La tuberculosis, causa de pobreza
La tuberculosis no es solo una enfermedad endémica en países en desarrollo. También es una de las razones que explica su pobreza. Por poner un ejemplo que ilustra al detalle la situación: cuando el investigador Carlos Martín comenzó a interesarse por la enfermedad, hace más de tres décadas, se pensaba que podía ser erradicada en el año 2000. Hoy, nadie cree que sea posible antes de 2030. Junto con la malaria y el VIH persiste como una de las tres grandes enfermedades de la pobreza.
Sin embargo, desde los países con más recursos se desconoce su verdadero alcance. Como el propio Carlos Martín señala a menudo, la prevalencia de esta enfermedad en los países más afectados es de uno o dos muertos por cada 100 habitantes al año, similar a la cifras que teníamos en las grandes ciudades europeas como Madrid o París del siglo XVIII.
Se trata de dos situaciones que por sí mismas ya muestran la necesidad de una nueva vacuna contra la enfermedad. Pero, además, desde la irrupción de la covid-19 la lucha contra la tuberculosis ha comenzado a retroceder a nivel global, haciendo sonar las alarmas de la Organización Mundial de la Salud, que en enero pidió aumentar los fondos para la obtención de una nueva vacuna.
En cifras, en 2021, el segundo año en el que creció el número de muertos tras dos décadas de descenso, la enfermedad causó la muerte a 1,6 millones de personas. Y el número de personas que se contagian cada año también ha aumentado: en 2021 creció un 4,5%, hasta 10,5 millones.
En este contexto se está iniciando la Fase III de eficacia de MTBVAC, la vacuna desarrollada por el equipo de la Universidad de Zaragoza que lidera Carlos Martín. En enero comenzó a vacunar neonatos en Sudáfrica, uno de los países de mayor incidencia de tuberculosis, en un estudio doble ciego en el que aleatoriamente con MTBVAC y BCG, la única actualmente disponible contra la enfermedad, que tiene más de 100 años y no protege contra las formas respiratorias de tuberculosis, la que más contagia.
El objetivo es demostrar que MTBVAC protege mejor que BCG, un horizonte esperanzador y apoyado por los resultados obtenidos desde que en 2012 comenzaron los estudios clínicos en adultos.
La eficacia de esta vacuna beneficiaría especialmente a los países con menos recursos, y precisamente esa es una de las principales razones que explican la dificultad de captar fondos para financiar esta fase final. A diferencia de lo que ocurría con el covid-19, las grandes multinacionales no están tan interesadas.
Sin embargo, la ganancia en términos de productividad y de ahorro de costes laborales para estos países sería enorme: de siete dólares por cada dólar invertido. Eso apunta un estudio de referencia elaborado a petición de la Organización Mundial de la Salud, que estimó que, durante 25 años, una vacuna que sea 50% efectiva contra la tuberculosis podría ahorrar 8.500 millones de dólares en costes a los hogares afectados por la enfermedad, que suelen ser los más vulnerables.
Para los países donde la tuberculosis no supone un problema de enorme magnitud, la necesidad de una nueva vacuna puede no ser evidente. Sí lo es en cambio para buena parte del planeta.